lunes, 4 de agosto de 2014

Ficción

Últimamente me pregunto muchas cosas, quizá demasiadas... sobre mi vida, sobre lo que veo que podría ser, sobre lo que en realidad es, sobre los recuerdos, que se van amontonando los unos sobre los otros, cogiendo polvo, perdiendo consistencia, transformándose en ecos lejanos, de risas, de miradas, de palabras nunca pronunciadas y de algunas que, a lo mejor, nunca debieron salir de mis labios...

¿Es que todo pasa por algo? ¿O en realidad todo forma parte del juego de la vida, y no somos más que fichas sobre un tablero que otros dispusieron para que intentáramos encontrar el sentido a este sinsentido, pensando que si seguimos dichas pautas encontraremos la tan ansiada felicidad?

"La ficción es el arte de la mentira", pero al realizar esta afirmación, estamos dando por hecho que lo que nos rodea es verdad, y ¿cómo podemos estar seguros de que esto es así, si el tablero ni siquiera se sostiene sobre justicia, sobre paz, sobre bondad? Y no me refiero a las guerras y al hambre en el mundo, sino al hecho de que en la mayoría de los ambientes que componen nuestra absurda sociedad de consumo, la mera apariencia se convierte en la carta de presentación y en la máxima obsesión de las fichas que somos los humanos que somos los números que, finalmente, no somos nada.

Lo cierto es que yo, inmersa en esta sociedad, respirando en ella, cada vez voy pensando con más fuerza que en las ficciones, y en el arte en general, se encuentra la auténtica Verdad, la que, sin riesgo a incorrecciones gramaticales, podemos escribir con mayúscula. Esto es así porque a la hora de escribir una novela (o lo que es lo mismo, de poner en pie un hipotético mundo de palabras y papel), entramos dentro de lo único que podemos considerar como nuestro, o lo que es lo mismo, todo lo que se amontona en nuestro interior a través de las vivencias, todo aquello que sobrevive al peso inasumible de la sociedad hipócrita: los ecos de las sonrisas, de las miradas, de las carcajadas, del miedo, del terror, de la tristeza, de las lágrimas... lo que da consistencia al hecho de que verdaderamente Somos Personas, y no nos limitamos a existir. Lo que traspasa las fronteras del puro físico, de la pura norma.

Una buena novela, o ficción, o cuadro, o interpretación, se nutre de lo que nos diferencia de todos lo demás, nos transporta fuera del tablero normativo y nos permite, durante unos instantes, rozar la más íntima y plena libertad.

No somos fichas, ni es simplemente la verdad lo que nos rodea, ni es una pura mentira la ficción.

Ni mis recuerdos amontonarán polvo en lo más intrínseco de mi ser...