jueves, 16 de junio de 2011

Gotas de lluvia

Fue un día cansado y solitario. De esos en los que armada de mi violín, me dedico a mirar a la ventana de un autobús durante sólo once horitas.

Además, el cielo gris iba ganando terreno en mi dolorida quijotera, mientras que mi maltrecho cuerpo iba acentuando su dolor en huesos que ni siquiera sabía que podían doler, en músculos cansados de estar apoyados.

No parecía el mejor de los planes, aunque reconozco que todo merece la pena puesto que recibo unas clases de violín increíbles de un profe genial, pero al tedio de estar tanto tiempo codo con codo con gente desconocida en la misma postura poco le importa las actividades intelectuales magníficas que tengo la suerte de experimentar.

Muchas horas, cielo y mente encapotados, cuerpo rígido. Sin embargo, aún en el más absoluto de los grises, puede haber poesía y color.

Llevábamos bastante tiempo en la inmensa planicie castellana, cuando me doy cuenta de que me encuentro envuelta en un baño de luz dorada. Sorprendida, miro al cielo a través de las ventanas brillantes, con gotitas de lluvia como cristales preciosos, y veo los campos que se pierden en el horizonte mostrando una amplia gama de colores dorados, amarronados, amarillos, verde apagado... Y, detrás de todo este cuadro que calmaba mis ojos y mi corazón, el Sol se despedía.

Las nubes, justo cuando ya no me quedaba ninguna esperanza, se habían ido de forma elegante. Los pasajeros, poco a poco, habíamos ido dando paso a un silencio casi religioso, dejándonos invadir por aquel espectáculo gratuito de luz y color.

La carretera, en este tramo, se compone de una línea recta que se extiende hasta el infinito. Cuando vemos aparecer ante nuestros ya fascinados ojos un arco iris inmenso que enmarcaba nuestra ruta. Nunca había podido observar un arco tan perfecto y completo, con todos sus colores perfectamente establecidos y puestos por el orden que la Naturaleza y las gotitas de lluvia que tanto habían caído ese día establecían con mucho cuidado.

Un momento mágico, un rayo de esperanza entre la desesperación y el cansancio, la prueba de que basta mirar atentamente a la ventana para, si tenemos paciencia, encontrar la poesía y la luz.